10 de marzo de 2008

Tránsfuga querida


Ya se lo habían dicho, que la vida era rara, que nada iba a ser fácil , pero ella se empeñaba en vivir, ¡y de que manera! Cualquiera habría pensado que la perseguían lobos hambrientos, por lo que corría –digo- por los brincos y las sonrisas. Probó con todo hasta que no le quedó ya nada más que probar, le quedaba mucho por hacer, eso sí. Por vivir. En Georgia o Dinamarca. ¡Quien sabe adonde irá esa chiquilla descerebrada!. Iba y venía como si nada, como quien toma el autobús para volver desde el tren a su casa. Pero jamás cargada de maletas, ni una sola. Ah, no, eso nunca. Ella si se iba lo hacía libre. Ya, ja, y eso lo digo porque estuve enamorado hasta los huesos, que sino de que. Que las maletas se las debían traer por postal o por fax, quien sabe. La muy lista se largaba con sus textos en un pendrive blanco inmaculado y me dejaba aquí tieso con mis dudas existenciales. ¿Ella dudas? De eso no usa. Escribe, eso sí, bien o mal escribe mucho. O eso parece, por sus ojeras en las noches de fiesta literaria. Por sus desapariciones premeditadas. Por sus continuos parloteos sobre esto y lo otro. Blabla, la semántica, blabla los recursos poéticos, mezclados con un poco de paisaje suburbano extremamente literato. Siempre hablando. Con mucho que pagar y ella charlando, y escribiendo. Quien sabe, decían sus conocidos, lo mismo va un día y se hace de oro. ¡Con esas chorradas metidas en un pendrive blanco inmaculado?! No te rías de mi, esa copa no nos la va a devolver jamás. Y copa perdida. Un gintonic, por favor. Si, Beffeater. Y de amarga vida nada, la vida melancólica la dejaba para sus amados clásicos. Ella practica la Dolce. Se burla hasta de su propio ombligo y luego lo escribe. Y que textos, que poesía. Pero, ¿acaso leíste alguna ?. Ah, no, jamás. Ella no deja leer, solo habla. Lo mismo no escribe, pues menuda decepción. Algunos hasta la espiaban para ver si era verdad que escribía tanto. Los que lo hicieron afirmaban, sí, sí, compañeros. En cuanto entra la negra noche se pone a escribir enfrente de su ventana, con la boina y las gafitas de porcelana. ¿Escribe? Si, si, mucho, puede estar hasta 6 horas seguidas sin levantar apenas la mirada. Menudos hábitos tiene la aprendiz, ella que puede. Ella poder podía. Y luego cuando se cansaba de tanto mirar por la misma ventana, se largaba. “Lejos, lejos, adonde me lleve el viento”. Claro, con dinero cualquiera. Menuda ratera. No la puedo soportar, ni tampoco olvidar. Y ya lo mismo me da, si escribía o no. Hacía muchas cosas, torcía la boca con una chispa única de gracia. Y se sabía poner seria y hablar de filosofía. Y daba el pego, vaya si lo daba. Allí donde fuera podía ser respetada. Con humo, respeto de humo.
Lo fundamental es que ella se largaba de todas partes, y nos dejaba –y digo nos a conciencia- tirados por el camino. Y luego la amargura, y las hipotecas. Y ella solo la huida, el huir hacia adelante. Maldita ratera. Tu verás, dejarme así con mis dudas existenciales sin resolver. Incluso con más dudas que antes. Y luego otra vez a la cafetería solo, a leer el periódico sin nadie que me rasque la cabeza. Y a levantarse solo. Y tu por ahí, bandida. Donde estás, dímelo. Georgia o Dinamarca. Si esas fueran las únicas opciones me pido un adelanto y me busco uno por el clickair o el vueling. Nunca compro por internet, que ya sabes que soy muy prudente, pero por ti todo, maldita zorra. Anda, vuélvete e invítame al cine, juro que haré como si nada hubiera sucedido.
Pero nada, paisajes suburbanos en la ciudad mas fea del mundo y tu, tránsfuga querida, perdida por los horizontes de otra ciudad. Juro por la sombra de los árboles en verano que mejor no te podría haber amado. Vete pues. Ah, no. Ya te has ido.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

torno, torno a recuperar el meu càrrec d'escèptica! I sí, som una república (tan de bo) bananera, però això no és cap novetat.

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fins ara
petons
Mir

maite sánchez dijo...

Todos queremos ser ella, tránsfugas, de idas y venidas. Espero que en el futuro sea para todos así, que antes de habernos ido ya nos estén echando de menos...